Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

martes, julio 26, 2005

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Brecha digital (I)



No existe mayor brecha que el desconocimiento y la incultura. Somos analfabetos de las nuevas tecnologías además de consumidores irredentos.
¿Los sistemas de información basados en las nuevas tecnologías deberían ser públicos y de fácil acceso? La respuesta parece sencilla, sí. Pero eso no cuadra correctamente con el sistema de mercado actual y su palabra mágica: liberalizar.

¿Por dónde comenzamos entonces?, ¿la política, la situación económica, la coyuntura actual? Podemos empezar por discernir entre tecnología y producto tecnológico. Las mal llamadas nuevas tecnologías (NT) o tecnologías de la información son, ante todo, productos tecnológicos. No nos llega la tecnología, ni tan siquiera la técnica, nos llega (nos venden) el producto técnico, cosa muy distinta.

La técnica y la tecnología están asociadas a la voluntad del hombre de hacer para satisfacer sus deseos y necesidades. Los productos tecnológicos son ante todo bienes de consumo.

Que los electrodomésticos (bienes de consumo) han aumentado nuestra calidad de vida (destrozando la capa de ozono) está fuera de cualquier duda. El mercado actual y gran parte de nuestra sociedad de consumo reposa sobre esa base. Ahora bien, tratar los sistemas de información y las nuevas tecnologías como un bien de consumo más, supone, a mi entender, el mayor golpe contra la cultura (entendida especialmente en una de sus dos acepciones, como conjunto de conocimientos que permiten desarrollar un juicio crítico) que cualquier sociedad se pueda permitir.

Además, no a todos los electrodomésticos se les da el mismo trato. ¿Cuál es el único electrodoméstico regulado y tutelado hasta la saciedad por cualquier gobierno o/y administración? La más potente y gratuita herramienta de comunicación inventada por el hombre que ha terminado, en apenas 30 años, cautiva y desvirtuada, vilipendiada y a la par deseada. La televisión es hoy cualquier cosa (¿una caja tonta, la voz de su amo?) menos una herramienta de comunicación cultural. ¿Cómo podemos pensar entonces en pedir a una administración cualquiera que ponga los medios necesarios para que la sociedad pueda acceder a los sistemas de información, cuando ni tan siquiera es capaz de hacer cumplir, por ejemplo, la ley en materia de publicidad? Una ley, por otra parte, despiadada, que obliga no sólo a conocer los productos ofertados, sino incluso a memorizarlos.

Ya podemos intuir el futuro de Internet, acabará siendo una televisión. La idea del eterno retorno se cumple en apenas medio siglo.
Cualquier sistema de comunicación eficaz es automáticamente controlado por el poder, quedando a expensas de éste e impidiendo cualquier avance cultural digno de mención. Los únicos periodos de libertad son los años transitorios en los que la tecnología debe por fuerza afinarse; toda tecnología necesita una masa crítica de usuarios para lograr expandirse (revolución). Antes de su expansión definitiva, la tecnología se secciona, trocea, empaqueta y convierte en producto.


Si observamos con atención el trato que reciben las nuevas tecnologías por parte de los gobiernos, veremos que no se trata (solamente) de disponer de un sistema de información.
¿Cómo hacemos uso de estos sistemas de información cuando disponemos de ellos? La respuesta es simple, mal. El proceso degenerativo de las NT en caja tonta está siendo mucho más rápido que el de la TV y seguramente lo será todavía más en el siguiente periodo, el de la robótica. Lo miremos como lo miremos la situación del uso de las NT es pésima. ¿Cómo se entiende que el 90% de los ordenadores personales de este país tengan algún tipo de virus y además que el dueño no lo sepa? ¿Alguien puede imaginarse el 90% de los frigoríficos estropeados? No pongo el caso de los televisores porque sería casi el fin del mundo.
Pues sí, nuestros ordenadores tienen virus y a nuestros gobiernos no les preocupa lo más mínimo; a nosotros tampoco porque no lo sabemos. En el mejor de los casos lo que hacemos es añadir a la santísima trinidad del “Güord, Exel y Intené” un antivirus, todo ello pirata evidentemente (sobretodo en España), e ingenuamente nos sentimos al otro lado de la brecha !!!, “un bien de consumo más, oye, y ¡por menos de 1000 Euros!”. ¿Qué hace el gobierno contra el robo de información de tu ordenador? Nada. Te están robando, te está espiando y no ocurre nada. ¿Se trata de un problema tecnológico complejo? ¡No! Un virus, el correo basura o los programas espías son la cosa más simple del mundo, pero terminar con ello sería como eliminar la publicidad ¿Si no existe la publicidad, para qué quieren los gobiernos, y por ende las empresas, la televisión?

Los mal llamados virus informáticos no son otra cosa que parásitos de nuestros electrodomésticos que una vez dentro, además de espiarnos con fines comerciales, nos roban parte de nuestro flamante ancho de banda para, además, dirigirnos a páginas cuyo contenido puede espantar al más pintado y todo ello con el beneplácito de:
a) nuestro sistema operativo (no lo olviden, un pc en cada casa y windows en la de todos) que compite con cualquier fabricante excepto con los antivirus ¿por qué será?

b) nuestros gobiernos, que tienen 10 millones de españoles con parásitos en sus ordenadores y ni tan siquiera han creado un comité de sabios.

c) nuestra incultura de consumidor irredento, que nos lleva incluso a compadecemos de aquellos que no tienen acceso a las nuevas tecnologías y a los sistemas de información, aun reconociendo que nosotros no las entendemos.

Para eliminar el software malicioso habría que terminar primero con los paraísos fiscales donde se hospedan las empresas que producen esos programas maliciosos, lisa y llanamente. No estamos por lo tanto frente a un problema tecnológico, sino político y cultural.


viernes, julio 15, 2005

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Mueve el chip!

Las cosas no son como parecen y, menos aún, como nos hacen creer. Las nuevas tecnologías están asociadas a tamaños minúsculos, grandes velocidades de procesamiento y cada vez menor coste. Pequeño, rápido y barato. ¿Qué más se puede pedir? Más información!!! ¿Los usuarios de las nuevas tecnologías son conscientes de la cantidad de energía que debe generarse para crear algo tan simple como un ordenador personal? Para fabricar un PC de sobremesa con un tubo de rayos catódicos de 17", se precisan al menos 240 Kg. de combustibles fósiles, 22 Kg. de productos químicos y 1.500 Kg. de agua. En consecuencia, el peso de combustibles fósiles que se precisa es unas 10 veces el peso del ordenador, mientras que en el caso de productos de tecnologías tradicionales dicha proporción es mucho menor (por ejemplo, de sólo dos veces en el caso de un automóvil o un frigorífico). Y ello es así porque los dispositivos semiconductores que constituyen básicamente los equipos de alta tecnología, precisan alrededor de 500 veces su peso de combustibles fósiles para su fabricación. Esta desproporción tiene una explicación termodinámica: se parte de materias primas de alta entropía (magnitud física que da la medida de la energía degradada; o sea, la que no puede convertirse en trabajo) para llegar a estructuras altamente organizadas, de extremadamente baja entropía.Sólo la reutilización de ordenadores desechados puede permitir optimizar las acciones en cada uno de los ámbitos económico, social, medioambiental e ideológico. Sólo mediante la combinación adecuada de ordenadores nuevos y reutilizados podemos incorporar las nuevas tecnologías a nuestra sociedad -a todos los ciudadanos- sin que ello suponga una agresión intolerable al medio ambiente. Y, al mismo tiempo, dando ejemplo, enviaremos un claro mensaje de cómo el desarrollo es compatible con el respeto a los criterios de sostenibilidad.Mueve Chip!

domingo, julio 10, 2005

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Descabalgados. Francisco M. Aguado Blanco

Justo el día en que se confirmaba una separación mayor de lo habitual entre la Tierra y la Luna, todos los vehículos a motor del mundo se negaron a arrancar. Los que andaban funcionando lo hicieron hasta que se pararon, por lo que las requisas oficiales sobre la marcha, sirvieron de muy poco. Aviones, trenes, coches, autobuses, equipos electrógenos, aires acondicionados, cepillos de dientes y secadores...Todo lo que incorporase motor, dijo adiós. La luna volvía a mostrarse decisiva en su influjo sobre las mareas. No quiero detallar en lo que ha cambiado la vida del planeta en estos dos años por haberme ya acostumbrado. Esta mañana he preparado mi pistola que he dejado sobre la mesa del comedor junto a papeles de periódico que ya no son diarios. He salido a la calle. El sonido es ahora impresionante. Pasos, sacudir de alfombras, niños, toses y carraspeos, charlas, ladridos, pregones, grillos, pájaros, árboles, viento...Me he colocado en la acera junto al borde y de espaldas a la marcha. Como tantas veces he visto hacer, miro con el rabillo del ojo, calculo la distancia y extiendo el brazo de golpe a la altura de su cara justo cuando pasa. La ciclista ha caído de espaldas. Veloz monto en la bici (creo que quedó inconsciente pero nadie hace nada; nunca nadie hace algo). Llego a casa, busco una lija y lijo; cargo el depósito de la pistola de pintura y pinto; cuelgo la placa falsa y ya es mi bici. Creo que, ahora sí, podré mantener mi trabajo tan apartado de casa. Hasta que otro me descabalgue, al menos.
Francisco M. Aguado Blanco
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