Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

miércoles, septiembre 06, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Ventanianos -> Reflexiones de un ignorante . Aitor Menta.



Ventanianos -> Reflexiones de un ignorante

Hoy ha sido un día como otro cualquiera, aunque Paulina, mi cuñada por parte de hermana, diga lo contrario. Y es que no puede pretender sentir mis emociones como yo mismo, por mucho que vayamos juntos al curso de lavado en seco que nos brinda Mercandona, donde he podido observar como una simple colada a mano, recalienta la Antártida hasta niveles insoportables. Ya lo dice Jacinto, el barman, que actuamos con la misma inconsciencia que los de Plutón y que así les ha ido. Y eso que él ahorra lo suyo, que en más de un desayuno, he saboreado al unísono la cafeína y los labios magenta de Susana. He tenido el primer pálpito de indiferencia en la cafetería del ecologista, cuando Almudena ha dado por hecho que, quien así reflexiona sin pudor, no podía faltar el domingo a la expedición “Madrid se Mueve”, que organizaban los de la peña Mus con limón. Ya digo que a Paulina no le ha hecho ninguna gracia la noticia, porque dice que solo cuento con ella para tareas domésticas, prescindiendo de su compañía en el momento que atisbo un soplo de emoción que alimente mi atormentada vida interior. Pero ya le he dicho que no puede culparme del vértigo que sufre desde que se asomó a la programación de la Quinta, sin tomar precauciones. Pero, a mi, cualquier incidencia que me evada de un discurrir tan igual a sí mismo, me hace sentir que respirar es profundamente necesario, aunque entrañe sus riesgos. De ahí esta plenitud que me aqueja invariablemente, haciéndome más persona y menos humano. Amén del domingo arriesgado que me aguarda. Claro, que nada de lo anterior hubiera tenido esta intrascendencia en mi espíritu inquieto, sin ese “Alvaro, es usted clavadito a Cary Grant” con el que me ha despedido Erika, la cajera de efectivo. Cuando Paulina, tan indiscreta como siempre, se lo ha comentado a mi mujer, le ha faltado tiempo para sentenciar: “Ha querido decir que estás muerto” Como decía anteriormente, hoy ha sido un día como otro cualquiera.