Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

lunes, agosto 28, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Cínico, pánfilo. Godiva

Soy filósofo. Lleno mi nevera con el dinero que me pagan por pensar y por dar clase a universitarios desmotivados que se creen todo lo que digo como si fuera el primer hombre que ha pensado jamás en la tierra. Devoran pensamiento ajeno por no mover una puta neurona, no sea que duela. Hoy me he levantado aventurero. Estoy pensando en alguna actividad física aparte de follarme a la última deslumbrada por mi calva y mis rancios conocimientos, que ellas consideran brillantes porque los adorno con mi verbo florido, pero el diablo y yo sabemos que no son más que balas de fogueo, material hipnotizante pre-coito. El engaño es mutuo y los dos implicados hacemos la vista gorda. Yo hago como que ella no busca nota por el morro, y ella me adora de mentira como si yo fuera una mezcla entre Einstein y Tarzán. Simbiosis efímera y perfecta como lo mejorcito de la vida. Otros tienen cochazo, hermosura o inteligencia emocional. Yo, afortunadamente, una barriga tragona, desapego, y un buen pico relleno de una muy práctica lengua. He cerrado la persiana a las ocho porque el sol me caía directamente en los ojos y quería seguir durmiendo. Después de confirmar medio deslumbrado que la madrugadora de bata de guata y escote reventón no estaba aún tendiendo la ropa, he remoloneado un rato en la cama decidiendo cómo desoxidar un poco esta carraca llena de nicotina y crujidos que es mi cuerpo. No porque quiera llegar a viejo (más viejo), que eso es independiente de las ganas que uno tenga y no son demasiadas en mi caso, sino por variar, a ver qué pasa. Voy a comprarme unas botas de monte y una tienda de campaña para dormir como quien dice al raso. Y unos prismáticos, una cantimplora y una brújula. Y me iré a escuchar conciertos de grillo, y a joderme un poco los juanetes andando campo a través, como un peregrino en ruta, con las estrellas de los poetas riéndose de mi calva. Sin teóricos ni teoría, todo praxis. Nunca lo he hecho y me apetece. Yo solo conmigo mismo unas cuantas noches, a ver si me aguanto. Porque soy yo solo. Estoy solo y no pasa nada. A ver qué pasa estando aún más solo. ....................................................................................... La cincuentona de “All sport” me jodió el plan. Será parte de la política de ventas incluir a la dueña del negocio en el pack deportivo, pero la muy bruja me ha retorcido las ideas como se retuerce una bayeta vieja y blanda, y eso no entraba en mis planes. Ni escote reventón, ni empollona entusiasta, ni joven, ni guapa. Tetas pendulonas, cintura recta y culo plano. No recuerdo qué fue lo que hizo, qué me dijo, con qué ojos me miró, el caso es que mi pretendido paseo solitario de prejubilado pedante y cascarrabias se convirtió en un dueto inesperadamente agradable. Joder, lo que sabe esta mujer de todo: de campo, de estrellas, de bichos, de olores y de plantas, del mundo y alrededores, de música, de sexo...Y con lo que ya sabe de mí casi podría dar clase en mi lugar. Ella es ahora quien cierra la persiana cuando entra de lleno la luz. Luego repta a mi lado con cara de borrachuza miope, se pega a mí ronroneando y se vuelve a dormir. Al poco me levanto yo y hago el café. El nivel máximo de aberración y negación de mí mismo lo alcanzo cuando se lo llevo a la cama en una bandeja, tostadas incluídas, sin gran esfuerzo de mi parte. Efectivamente, soy una bayeta vieja y blanda. Pero no pasa nada. Que no cunda el pánico. Salgo ahora mismo para clase y haré lo posible por que nadie note que soy feliz.
Porque soy yo solo. Estoy solo y no pasa nada. A ver qué pasa estando aún más solo.