Artistas en la SER.
Y a la artista antes conocida como Delia le han leido estos dos relatos en la Ser Mari tere Mari tere
Fragmento elegido: Ibáñez y su primer dibujo
Autor: Delia Aguiar Baixauli
Tenía una rata en la cartera que se comía su dinero. Los billetes de diez euros desparecían sin que se diera cuenta, y de los de cincuenta apenas quedaba el olor. A veces, la rata de su cartera viajaba a la cartera de su madre, cogía entre sus patas algunos billetes y los llevaba a la suya. Y se los comía de nuevo. Un día, la rata dijo: Estoy perdiendo el tiempo, me voy a vivir a la cartera que siempre tiene dinero. Pero antes de que pudiera hacer nada, la rata y él ya estaban de nuevo en el internado.
Fragmento elegido: Canción ONCE
Autor: Delia Aguiar Baixauli
En un maletín de cuero negro, aquel simpático vendedor de la playa llevaba de todo, gafas de sol, pañuelos para el pelo, horquillas. Cuando me acerqué a observar una brújula plateada muy aparatosa, el vendedor cerró la maleta y me pilló la mano. Me asusté e intenté sacarla haciendo movimientos de muñeca como si bailara sevillanas, pero él se reía de mí. Tenía más fuerza. Aunque no los veía, sentía el roce los objetos y algún arañazo me hizo gritar de dolor. En vista de que no iba a soltarme, dejé allí mi mano y me fui a bañar. Luego vi que la compraba un anciano, no quiero pensar para qué.
Fragmento elegido: Ibáñez y su primer dibujo
Autor: Delia Aguiar Baixauli
Tenía una rata en la cartera que se comía su dinero. Los billetes de diez euros desparecían sin que se diera cuenta, y de los de cincuenta apenas quedaba el olor. A veces, la rata de su cartera viajaba a la cartera de su madre, cogía entre sus patas algunos billetes y los llevaba a la suya. Y se los comía de nuevo. Un día, la rata dijo: Estoy perdiendo el tiempo, me voy a vivir a la cartera que siempre tiene dinero. Pero antes de que pudiera hacer nada, la rata y él ya estaban de nuevo en el internado.
Fragmento elegido: Canción ONCE
Autor: Delia Aguiar Baixauli
En un maletín de cuero negro, aquel simpático vendedor de la playa llevaba de todo, gafas de sol, pañuelos para el pelo, horquillas. Cuando me acerqué a observar una brújula plateada muy aparatosa, el vendedor cerró la maleta y me pilló la mano. Me asusté e intenté sacarla haciendo movimientos de muñeca como si bailara sevillanas, pero él se reía de mí. Tenía más fuerza. Aunque no los veía, sentía el roce los objetos y algún arañazo me hizo gritar de dolor. En vista de que no iba a soltarme, dejé allí mi mano y me fui a bañar. Luego vi que la compraba un anciano, no quiero pensar para qué.
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