LAGARTIJAS. José Vicente Aracil
LAGARTIJAS
Julián partía los rabos de lagartija y se los comía;
lo hacía para impresionarnos. Una vez se metió tres en la boca. Antes
de tragarlos la abrió para enseñárnoslos; todavía recuerdo los rabos
saltando contra el paladar. Luego comenzó a masticarlos y se los tragó.
Aquella noche no cene. Después de interrogarme mi madre, acabé contándoselo. "No vayas más con él" me dijo, "y por las lagartijas no te preocupes, les vuelve a salir el rabo". Han pasado muchos años. Algunas veces, en verano, recostada en la hamaca después de cenar, observo a las lagartijas en la pared, junto a la luz; atentas cuando se posa algún insecto cerca.
Tienen una paciencia infinita y una puntería infalible. Ayer vi una enorme acechando a un mosquito, parecía petrificada, los ojos fijos en él. Y de pronto un impulso extraordinario de las cuatro patas, un giro seco del cuello y el rostro certero de Julián me miró con el mosquito asomándole por la boca, después se lo fue tragando, poco a poco, hasta desaparecer.
Aquella noche no cene. Después de interrogarme mi madre, acabé contándoselo. "No vayas más con él" me dijo, "y por las lagartijas no te preocupes, les vuelve a salir el rabo". Han pasado muchos años. Algunas veces, en verano, recostada en la hamaca después de cenar, observo a las lagartijas en la pared, junto a la luz; atentas cuando se posa algún insecto cerca.
Tienen una paciencia infinita y una puntería infalible. Ayer vi una enorme acechando a un mosquito, parecía petrificada, los ojos fijos en él. Y de pronto un impulso extraordinario de las cuatro patas, un giro seco del cuello y el rostro certero de Julián me miró con el mosquito asomándole por la boca, después se lo fue tragando, poco a poco, hasta desaparecer.
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