Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

domingo, junio 18, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

GRAMÁTICA. Darinto

GRAMÁTICA Las palabras, estremecen, motivan, emocionan, paralizan...Ah,....las palabras...ambiguas, estridentes, humildes, descaradas...casi nunca indiferentes... palabras descarnadas con sus inequívocos significados. En la rutina diaria, tal vez no seamos conscientes de cuál ha sido el momento concreto en el que ha empezado esa historia que va a arruinarnos la vida. Pero existe un día, con su fecha en el calendario, en el que ya no podemos negar la evidencia de que hemos sido arrastrados por su argumento. Y temo que sea hoy esa fecha del calendario. Amanecí con un atrevido quince de marzo filtrándose por las rendijas de la persiana mal cerrada. Y la incomprensible tristeza que ha ido doblegando mi espalda, hoy me ha sorprendido como si fuera nueva. Un quince de marzo me sonríe y yo, que apenas he dormido, amanezco sin sueño. Me he quejado de esto tantas veces..., sin embargo hasta hoy no me había atrevido a traducirlo en palabras,...inevitables...palabras... Ahora es el momento real del desayuno, los niños aún duermen y me he sentado enfrente de Rodrigo. Una mañana más, repitiéndome a mi misma que es el hombre al que quiero, intento hilvanar una conversación amable con el padre de mis hijos. Hoy es quince de marzo y en esta mañana reluciente, vuelvo a repetirme que Rodrigo no es mal hombre. Que me quiere. Que no desespera en el intento de hacerme feliz. En definitiva, las cuentas del rosario que hago rodar cada mañana entre los dedos mientras revuelvo el primer café del día.....¿hastiada?...de la inquisitiva mirada de sus ojos. Hoy es quince de marzo. Me obligué a pronunciar despacio esas palabras al notar que la luz del sol que entraba por la ventana no empequeñecía mis pupilas. Como si estuviera muerta...y el pánico otra vez ascendiendo por mi estómago camino de la garganta. ...Quince de marzo y luce el sol, quince de marzo y luce el sol, quince de marzo y luce el sol....me repito.....como una letanía. Echando las cuentas me sale que todo esto comenzó hace tres años: el tiempo que hace que lo conocí. Era un mes de junio. Ese día se me parece al recuerdo menudo que se le perdió al poeta entre los granos de arena. No sé muy bien cómo era hace tres años esta mujer que ahora despacha su tiempo intentado controlar el ritmo de su respiración y que hoy ha decidido conjurar al fantasma que tiene invadida su casa, sustituyéndolo por un pensamiento de carne y hueso. Por eso me he obligado a mirar algunas fotografías y veo con asombro que hay muchas que no reconozco. Apenas ahora me doy cuenta de que hay paquetes enteros de ellas que acabaron, año tras año, directamente en los cajones. Sin abrir. Sin mirar. Como si por el hecho de rebelarme ante unas imágenes, las emociones dejaran de prender en el cuerpo y la memoria. Los paquetes que he extendido encima de la mesa son los de las fotos en las que estamos todos. También mis hijos. Las fechas aparecen en el reverso de cada sobre, en el envés de cada momento. Es la atenta letra de Rodrigo. Cualquier observador podría pensar que casi nada ha cambiado. Veo que en estos momentos he vuelto a la melena abundante y corta de los primeros tiempos. Incluso visto ahora mismo, la vieja camiseta que aparece repetida en algunas de esas fotografías en las que parezco indudablemente una mujer feliz. Tal vez esta decisión con la que he despertado no sea producto de una casualidad si no porque algo ha reventado en mi interior, terco y misterioso, que me está obligando a romper un círculo. Sólo a los niños los veo diferentes. Rodrigo apenas aparece junto a nosotros, como derrochando para mí la ilusión de no existir. El médico llama astenia primaveral a mi cansancio de estos días. Es una estrategia que nos permite adoptar esta apariencia de normalidad con la que vamos arropando nuestras vidas. Durante el invierno navego por una desgana sin nombre que no me lleva a ningún puerto, que nos agota en su inmovilidad y cuya causa es este fantasma al que hoy necesito enfrentarme. Y, así, como consecuencia de ese encantamiento que me obligo a romper, en la intimidad de esta cocina emerge una palabra, la palabra de su nombre, como una letanía, otra, íntima y arcana, como la tentación que es y nunca me atreví a nombrar. Y al calor de ese nombre nace un rostro amado. Para todos, él es un amigo, uno más de tantos como entran y salen y bromean y nos llaman y nos cuentan y nos vemos....y que se mantiene ajeno a todo esto que me causa porque es un hombre feliz. Por eso, esta pena en la que me he convertido me llena de furor. Y porque no me deja disfrutar del sol que sale hoy, quiero buscar el valor que necesito para transformar en palabras todo este vapor que transita dentro de mi como el incienso....Aunque mañana reniegue de todas las que hoy han sido. Y así, necesito gritarme, con palabras que escaldan la garganta, que detesto la vida que llevo, mis horarios, mis obligaciones, el continuo ir y venir, la rutina igual a la de todos, incluso esta forma insulsa e insaciable de malgastar dinero que a ráfagas confundo con ramalazos de felicidad. Necesito derramar las palabras capaces de contar de qué forma estoy enamorada de un hombre que no es mío. Quiero vaciarme de todas las palabras, que con el misterio de su orden, traducen mis deseos de tener de nuevo quince años para dejar de tomar todas y cada una de las decisiones que me han traído hasta aquí y que no me han aportado más que un saldo favorable en el sumatorio de la frustración. Y quiero esparcir las palabras que describen en voz alta mi tremenda incapacidad para hipotecarme con el gasto que supone comenzar una nueva vida.... ......Ya está.....he vomitado el cieno gramático que habitaba mi interior.... y sigue luciendo el sol...y soy esta mujer que mira directamente los ojos del espejo y se pregunta: ¿qué hago ahora con las palabras, Dios mío?.