Mármol. Valeria Riotinto.
Briznas de mármol entre las uñas mordidas, eso dijo que tenía ella. El
diagnóstico no era del médico, sino sólo suyo. Antes había llevado esas
mismas uñas muy bien pintadas, como anunciando que las puntas
sobresalientes del extremo de sus dedos estaban vivas, que una sangre
subterránea las podía recorrer si se lo proponía, una sangre artificial
envasada en frasquitos que en lugar de extraerse con jeringuilla se
hacía con un pincelito, que dolía menos, y que cubría la superficie
dura y con manchas blancas hasta introducirse, por absorción, muy
dentro de la carne. Pero desde que había sentido las briznas de mármol
empezó a ignorar las uñas y luego a morderlas, hasta que se quedó sin
ellas.
No es lo que tengo, sino lo que soy, dijo Antonio Banderas en un anuncio de relojes mientras veíamos la tele la última noche. Ella estaba en un extremo del sofá y yo en el otro. Sólo había una lámpara encendida en una esquina que me hacía ver su cuerpo entre sombras. Yo dije que me gustaba esa mirada de Antonio Banderas, que me recordaba a alguien, y ella encendió un cigarrillo y repitió, no es lo que tengo, sino lo que soy. Se miró las manos y me dijo que ya no podría volver a tocar nunca más las teclas de su ordenador.
No es lo que tengo, sino lo que soy, dijo Antonio Banderas en un anuncio de relojes mientras veíamos la tele la última noche. Ella estaba en un extremo del sofá y yo en el otro. Sólo había una lámpara encendida en una esquina que me hacía ver su cuerpo entre sombras. Yo dije que me gustaba esa mirada de Antonio Banderas, que me recordaba a alguien, y ella encendió un cigarrillo y repitió, no es lo que tengo, sino lo que soy. Se miró las manos y me dijo que ya no podría volver a tocar nunca más las teclas de su ordenador.
y ella encendió un cigarrillo y repitió, no es lo que tengo, sino lo que soy. Se miró las manos y me dijo que ya no podría volver a tocar nunca más las teclas de su ordenador.
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