> ¡Auuuuuuuuuuuuu!- Rubén Navarro.
Cada vez que pasa un coche de policía, una ambulancia o los bomberos,
con las sirenas puestas, el perro lobo aúlla con sentimiento, y me hace
saltar, un salto astronómico, de la taquicardia, de la inquietud del
qué habrá pasado, a la serenidad y la reflexión. El perro embellece de
alguna manera ese estrépito de mal agüero. Él cree que las sirenas son
perros lobos que aúllan y responde, y su aullido es un grito en el
desierto. O no. Cuántas veces habremos actuado movidos por estímulos
que en realidad son otra cosa distinta de la que creemos. Y ni así,
parece, nada cae en saco roto: respondemos a falsos estímulos con
gritos en el desierto que, sin embargo, quién sabe a quién y por qué
hacen dar saltos astronómicos. Lo que es no es y lo que no es acaba
siendo. Se decía en mi pueblo (que era pequeño para asustarse de verdad
cuando sonaban sirenas), y recuerdo a mi abuela rezando blanca de
miedo, que cuando aullaba un perro no tardaría en morirse alguien.
Precisamente mi abuela, cuando estaba contenta, recitaba de carrerilla
un párrafo o poema que nunca supe dónde aprendió, y que a mí me hacía
morirme de risa: era una noche estrellada y sin embargo llovía; más
allá, una manada de cerdos saltaba de flor en flor como una linda
mariposa; más allá, en una cabaña sin techo, sentado en una silla sin
patas, un esqueleto sin huesos leía un libro sin letras a la luz de una
vela apagada; más allá, en un río sin agua, flotaba un barco sin velas,
cuyo capitán, con voz bronca gritaba: “¡al abordajeeeee!”; más allá, en
un castillo sin torres, había una princesa que, asomada a una ventana
cerrada de par en par, decía con voz dulce y melodiosa: “¡cojones, qué
frío hace!”. Naturalmente, el capitán y la princesa se habían
intercambiado las voces, dulce y melodiosa la de él, bronca la de ella.
(Lo que es no es...)
Va ya para dos años que me alojo aquí y todavía no he visto al perro lobo. Debe vivir cerca, a dos manzanas a lo sumo. Debe ser un buenazo, grande, marrón y negro, y sus dueños también. Estoy preocupado, porque la última vez que pasaron los bomberos no aulló. Era una noche estrellada y sin embargo llovía; más allá, los bomberos rociaban una casa sin techo a la luz de un incendio... Para colmo, hace por lo menos dos semanas que no se oyen sirenas. Ojalá se hayan ido de vacaciones a la playa, o mejor, ojalá se hayan fugado a la montaña, toda la manada.
Va ya para dos años que me alojo aquí y todavía no he visto al perro lobo. Debe vivir cerca, a dos manzanas a lo sumo. Debe ser un buenazo, grande, marrón y negro, y sus dueños también. Estoy preocupado, porque la última vez que pasaron los bomberos no aulló. Era una noche estrellada y sin embargo llovía; más allá, los bomberos rociaban una casa sin techo a la luz de un incendio... Para colmo, hace por lo menos dos semanas que no se oyen sirenas. Ojalá se hayan ido de vacaciones a la playa, o mejor, ojalá se hayan fugado a la montaña, toda la manada.
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