Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

viernes, julio 07, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Papá. Raquel H.

Papá se ha comprado un colchón de seiscientos euros. Le llamaron por teléfono ofreciéndole un robot de cocina, luego libros, y por último un colchón al que papá dijo que sí. Con el colchón le regalaron una colchoneta que daba masajes, pero después de probarla dos días llamó para ver si se la podían cambiar por la otra opción: el reloj valorado en doscientos euros que viene sin pila. Tuvo que ir a comprar una para poder estrenarlo, de paso aprovechó para que le quitasen un par de eslabones a la correa metálica. Se lo han dejado demasiado apretado, pero él se empeña en decir que esa es la medida justa. Le he cambiado la fecha cuando se lo ha quitado para enseñármelo. Tenía un retraso de dos días. Mientras lo hacía me he preguntado si el reloj cambiaría al día veintitrés a las doce de la noche o por el contrario lo haría a las doce del mediodía del día siguiente. Si el mecanismo hace esto último, papá llevará la ventana del calendario del reloj retrasado hasta que vuelva a verle y me fije (él no ve el número sin las gafas y Milagros nunca mira la hora en el reloj de papá, así que tampoco sabrá si el día cambia cuando debe). Terminé pensando que para saberlo tendré que asegurarme otro día, y ese otro día debería ser antes de las doce del mediodía, y yo nunca suelo verle tan pronto. Papá ahora compra cosas por teléfono, es de las personas que compra enciclopedias o baterías de cocina que guisan los alimentos al vapor. Papá ahora se pone metas del tipo cotejar precios de colchones durante una semana para asegurarse que ha hecho una buena compra telefónica que podría pagar en cómodos plazos sin intereses pero que prefiere pagar al contado. Papá sigue viviendo con Milagros, que no compra robots de cocina por teléfono pero sí chaquetones de piel sintética que vienen con una oferta de cacerolas de acero inoxidable enviando el cupón de una revista de ropa que sólo vende contra reembolso. Papá y Milagros tienen cuentas separadas, camas separadas, teles separadas, familias separadas, y animales de compañía separados. El perro, un perro que se encontró papá en el campo que hay frente a su casa, es de Milagros, el gato que atropello un coche de madrugada era de papá. Ellos no lo dicen, Milagros no dice este es mi perro, y papá nunca dijo algo como el mío es el gato, pero nosotros lo sabemos, es de esas cosas que todos sabemos y ninguno comenta. Papá ya no nos habla de sus aventuras de caza o de las travesuras de cuando era pequeño cuando nos vemos para comer. Papá ahora nos cuenta hazañas como que se ha comprado un colchón de seiscientos euros y que ha ido a comprar una pila para el reloj que le han regalado con el colchón de seiscientos euros. Papá se ha hecho mayor de repente, cada vez se parece menos a mi padre y mucho a un abuelo extraño que compra cosas por teléfono si le gusta el regalo que viene con el producto que le ofrecen. Papá ahora lleva un reloj de correa metálica que le aprieta demasiado y que –seguramente- cuenta sus días a destiempo.