Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

sábado, febrero 25, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

24F. Francisco M. Aguado Blanco

Así que diez de a kilo eran esto, pues me lo imaginaba más grande....
Lo recuerdo como si fuese ayer mismo. Y ya tengo cuarenta y ocho. Yo andaba un tanto desvinculado de mi padre por aquella época. No por nada; simple "conflicto generacional", le llamábamos entonces. Sabía que su profesión algún día nos traería problemas al resto de la familia. Nunca por represalias sino más bien por intuir que respoderíamos todos, solidiarios como una piña, en su sufrimiento ante un caso como el que aconteció. La llamada se produjo a la una treinta de la madrugada. Ya había hablado el Rey. Pero eso daba igual. O peor, porque aún en esas condiciones de régimen constitucional garantizado- todavía apuntado con armas- él debía responder con su profesión a la llamada en la medida justa (nunca de patriotero barato.) Le despedimos con un beso enorme. Todos. Mamá le enrolló una bufanda al cuello (cuadros escoceses para que nadie se sintiese provocado en un posible control callejero) y le dio un beso como nunca les vimos regalarse entre ellos. Yo mismo cargué en la furgona los sacos. Me ofrecí como todos mis hermanos a ir con él al epicentro del jaleo. Pero ambos progenitores, casi al unísono, nos hicieron desisitir del intento. Iría él solo con la mercancía. Arrancó la griposa 4-L. Encendió las luces. Enfiló Alcalá abajo hacia Carrera de San Jerónimo. Todos no sentimos en ese instante muy, pero que muy orgullosos del proveedor de futos secos del bar del Congreso avanzando con sus luces de población rojas desapareciendo en la noche de un Madrid desierto.