Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

viernes, febrero 17, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

La Espera. Lola Sanabria.

*LA ESPERA.*

Los domingos por la tarde, una hora de preparación. En invierno, abrigo de paño rojo, jersey de cachemir verde manzana, falda, medias y zapatos negros. En verano, vestido de tirantes con florecitas oro viejo y sandalias de cuero. En otoño y primavera, camiseta blanca, rebeca de hilo salmón, pantalón pirata azul marino y merceditas crema. Media hora para el baño con unas gotitas de aceite de rosas, el vestido y el calzado, y media para el maquillaje. Fondo beige; sombras de ojos y colorete melocotón; perfilador, barra de labios rosa palo y un toque de gloss en el centro; unas pasadas de máscara negra en las pestañas. Dos nubes de perfume tras las orejas y otras dos en el pulso de las muñecas.

En la radio del coche, Suzanne de Leonard Cohen. Grises detrás de los edificios, con el frío. Carmines, turquesas, morados y violetas, con el calor. En el aparcamiento, un fondo de música y el mareo de la gasolina. Dentro, un paseo por la planta baja. La tienda de ropa con sus vestidos de lamé y lentejuelas de fiesta, la de telefonía, la de los zapatos con tacón de aguja, los de plataformas y las botas de hebillas y tachuelas doradas. Escalera mecánica y segunda planta. Burger y chicos con pantalones en la cadera, un pellizco de aros de plata en los ombligos, un vaso de Cocacola en una mano, el móvil en la otra y una hamburguesa sobre la mesa. Palomitas en las salas de cine y, a la entrada, colas de jóvenes y niños. Parejas. Dos bancos y seis ancianos. Suspiro y un descanso en la cafetería. Frente a la taza de café, la mirada en el interior de la joyería. Marta con su cara de porcelana, el embeleso de Alberto y el roce casual en la mano de ella. El tiket, unas monedas en el platillo, pasitos cortos y una sonrisa en los labios. Tintineo de campanilla. Buenas tardes y el ritual de cada domingo. Terciopelos negros y azules libres de ataduras, lechos de anillos, pulseras, colgantes, pendientes y broches. Diamantes, ópalos, esmeraldas y brillantes con guiños de estrellas. Caricia con la yema de los dedos, alabanzas y negación. Últimos minutos de tarde. Un aro de oro con un ojo brillante. Prueba, admiración y el inicio de la pregunta.

- ¿ Él...? - Aún no.

El anillo de nuevo en su cajita de esperanza, bajo llave, hasta el próximo domingo. Sonrisa y abrazo a sus cómplices, amigos de años, custodios de un amor de adolescencia. Mujer enferma de abandono, corazón de papá, único dueño de aquella joya, promesa de un novio ausente.