Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

lunes, febrero 20, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

El inifierno. Darinto.

EL INFIERNO. Darinto. Observo atónito cómo a todas las personas que la acompañan en el tanatorio, Teresa les cuenta que el infarto que sufrí fue fulminante. Mientras dirige el movimiento de su mano, que no el de su rostro, hacia esta estancia impersonal, minúscula y desangelada en la que me encuentro, desprovista de aire y ahíta de flores, comenta que todo ocurrió tan rápido que apenas tuve tiempo para darme cuenta de nada. A todos les dice sin un átomo de duda y si una sola lágrima, que está segura de que ahora descanso en paz y termina añadiendo que esa seguridad hace que su dolor sea más llevadero.... Ciertamente, Teresa siempre fue una idiota. No en vano pasé mi matrimonio malviviendo entre sus ocurrencias, fomentando su silencio para no alentar la simplicidad que habitaba en ella y soportando su ridícula manera de entender la vida siempre varada entre las taquicardias y el aromático vapor de las infusiones. En alguna ocasión incluso se atrevió a decir a mis espaldas que yo la intimidaba. Naturalmente nadie podía tomar en serio a la mujer que pululaba, más que vivía, tras esa mirada lánguida y esas ojerillas azuladas. Desde aquí me complace comprobar que la memez de su carácter permanece lúcida e inalterable....Veo que le ha faltado tiempo para ir a la peluquería y sacarle el lustre a esa melena espesa que según ella, siempre se vio obligada a llevar amordazada detrás de la nuca para darme gusto. Ahora, cada vez que llega un conocido se levanta del presidencial sofá de viuda y extiende hacia mí su torpe gesto de cicerone primíparo al tiempo que se despacha con burdas e inexactas explicaciones. Es entonces cuando me ahogan las ansias de gritarle que se está pasando de lista como siempre. Que se calle, que se calle, que se calle, que deje de llamar la atención con su parloteo estúpido desprovisto de sentido. Porque no es cierto que todo fuera cosa de un momento. Que no se atreva a repetirlo… Sufrí lo mío antes de morirme, soportando aquel dolor punzante, que como una implacable culebra de lija, ascendía por mi brazo izquierdo hasta enroscarse posesiva y palpitante alrededor de mi garganta. Y los dos sabemos que durante un tiempo más que suficiente, qué suficiente, infinito, yo le supliqué a través de una mirada cuya intensidad amenazaba con sacarme los ojos de las órbitas, mientras que ella revolvía la suya por el suelo. Supe que me moría y me dio tiempo a pensar que no podía ser cierto que eso me estuviera pasando. Y mientras, ella retorcía sus temblonas manos preguntándome si me estaba pasando algo, si quería que llamara al médico, debatiéndose en la duda incapaz de tomar una decisión....tan pusilánime e inútil como de costumbre..... ....¿qué hace aquí Ramón Gutiérrez?. La semana pasada no era más que un subordinado insuficiente y cobarde completamente incapaz de dirigirme la palabra sin que le resbalaran del bolsillo las ideas que nunca pudo meter en la cabeza...¿Cómo se atreve a acercarse a mi mujer y decirle que debe descansar y comer un poco?. ¿A caso no le he repetido mil veces a Teresa que Ramón es un ignorante compulsivo que tuvo la osadía de aspirar al ascenso que sólo a mi me correspondía? ...Pero...¿de qué hablan?...¿Por qué sonríe la boba esa.....¿Para qué quiere el bolso?.... ¡Se está retocando los labios en el reflejo de este cristal que nos separa!... ….¿Qué pasa, qué dice ese cartel que acaba de aparecer en la pared?...¿eh? Bienvenido… ¿a dónde…?...
Imagen: Las Puertas del Infierno de Auguste Rodin. Museo Rodin. Fuente (Wikimedia Commons).