Voleskine Ventaniano. Relatos Cortos, reseñas literarias, musicales y cinematográficas.

sábado, marzo 04, 2006

Máquina de escribir. Programa: Limites Primera parte (1 de 2)

Suso de Toro en Castellón. Crónica de Rubén.

Roger llevaba en la mochila una novela de Juan Goytisolo, "Señas de identidad", que había sacado de la biblioteca esa misma tarde. Estábamos sentados en la quinta fila del salón de actos. Faltaban unos minutos para que Suso de Toro empezara a dar la conferencia. - Qué pena que no tengamos aquí ningún libro suyo para que nos lo firme -dije. - Yo tengo uno, pero es de Juan Goytisolo y encima es de la biblioteca -contestó Roger. - Ja, ni se te ocurra. No vaya a ser que se crea que le estás choteando. Y a lo mejor ni siquiera se tragan entre ellos, ¿te imaginas? Tras agacharse para rascarse un tobillo, el encargado de presentarlo enumeró algunos títulos de su obra, dijo que había estudiado Arte Moderno y Contemporaneo, que era nacido en Santiago de Compostela pero que le molestaba que le llamaran "escritor gallego" (no por tener nada en contra de su región, sino por lo odioso de las etiquetas), y lo calificó de autor reaccionario en el buen sentido de la palabra. Suso de Toro entró de lleno en materia. Reaccionario, dice el diccionario, es el que propende restablecer lo abolido, el opuesto a las innovaciones. El buen sentido de la palabra dependerá, pues, de lo que en su caso sean "lo abolido" y "las innovaciones". Por otra parte, aunque así no lo diga el diccionario, en buena lógica reaccionario debe ser el que reacciona, el que ante lo que sucede a su alrededor (que hoy es el universo entero, como quien dice) no se queda quieto, al pairo o a la sopa boba. En una palabra: el artista. ¿Artista reaccionario? ¿Autor reaccionario? ¿Merendar meriendas? Vade retro, redundancias. Artista. Autor. Merendar. La sociedad necesita artistas (designó con esta palabra a los escritores: artistas del lenguaje). Necesita a alguien que de vez en cuando la cuestione. Necesita a la niña del cuento, la que dijo que el emperador iba desnudo. Pero el artista no puede cambiar la sociedad. Para ello hay que remangarse y trabajar duro desde dentro, desde las asociaciones, fundaciones o lo que se tercie. (Sin embargo, el artista puede cambiar al individuo, pensé yo.) Llevaba corbata por respeto a la institución, dijo, pero seguro que de haber aparecido de peor guisa nadie se hubiera extrañado lo más mínimo, porque al artista casi se le exige ser extravagante: es que al artista no le gusta vivir en la sociedad, no comprende sus normas, no puede o no sabe integrarse en casi nada, no comparte las inquietudes de la mayoría, no quiere parecerse a nadie. Y todo ello se debe a una de estas dos causas: vanidad o inseguridad. Lo que en realidad mueve al innoble e insensato artista (nuevas redundancias) es sentirse apreciado, que lo admiren, que le digan que sirve para algo. (Yo escribo por venganza, me dije, pensando en el relato para el próximo concurso que ya no escribiré.) El artista, de todos modos, es hijo de la sociedad en que vive (no son lo mismo, por ejemplo, los filósofos franceses que los alemanes. Por cierto, la idea de artista reaccionario es de un filósofo francés, Cioran: "todo artista es reaccionario") y como tal debe ser escuchado por ésta. Dijo que cuando empezó a escribir, en los años 70, aquí no leía casi nadie y escribían muy pocos. Cela tenía que llamar la atención enseñando el culo, etc. Él decidió quedarse en Galicia, y escribir en gallego, pese a que parecía que la única posibilidad de que sus novelas fueran atendidas era trasladarse a Madrid. Se nutrió mayormente de autores extranjeros, excepto alguno de la casa que admiraba, como Juan Goytisolo. Roger y yo nos miramos como si hubiéramos bebido. Calificó la escritura como un proceso físico y químico. Se aisla en su habitación, pone música, se olvida de sus problemas, de su vida personal, mira la pantalla en blanco del ordenador, y empieza a imaginar historias y personajes. Es como un sueño denso que le baja hasta los dedos que teclean. La imaginación consiste en trabajar la memoria de lo que uno ha vivido y/o leído. Cuando se encierra, cuando imagina trabajando su memoria y alguien lo interrumpe... dicen que si despiertas violentamente a un sonámbulo puedes matarlo. Alguien del público preguntó algo sobre el mercado editorial. Somos personas industriales, dijo, nacemos en un hospital -que es como una fábrica- y nos velan en un tanatorio. Para alimentarnos no cultivamos ni cazamos ni ordeñamos, ni siquiera cocinamos. Así que no es extraño que los libros sean también cosa de industria. La diferencia, no obstante, con otros países, es que en el nuestro los dos grandes medios informativos (el grupo Planeta y el grupo Prisa) son a la vez editoriales, y nos dicen qué libro será imprescindible dentro de quince días o un mes. Otro preguntó si alguna obra suya había sido llevada al cine. Sí, dijo, "Trece campanadas"; es una película muy digna pero no se adecua demasiado a mi novela. Y otro preguntó si alguna vez se había autocensurado. Con la novela "Ambulancia" estuve a punto, dijo, cuando me enteré de que entraba en las bibliotecas de algunos centros escolares, porque tiene un lenguaje muy duro y se desarrolla en ambientes inmundos. Dudé mucho. ¿La novela hacía bien o hacía mal? Ya en la calle, le pregunté a Roger: - ¿Cómo fue que elegiste el libro de Juan Goytisolo y no otro?