RUINAS DE HIERBABUENA. Francisco M. Aguado Blanco
He guardado mansamente
a un adolescente blando, una tarde ya muy tarde.
Entre murallas de un viejo monasterio,
imágenes vencidas de otro tiempo,
ruinas de piedra
creciendo entre hierbabuena.
Pisando espigas vas
camino del ábside,
horno de oraciones de corazones
que se alimentaron de lo que pisas.
He guardado mansamente a un adolescente blando
para que no te saliera al paso.
Todo es fue
mientras mirábamos esplendores que fueron
estatuas, escalinatas, colegiatas,
refectorios, fogones, celdas y flagelos.
He guardado mansamente a un adolescente
de jazmín o dondiego.
Tu mirada, tus trazas, tus trenzas, tus tazas.
Voy tras todo ello
con el gupo de visitantes
del Inserso.
He guardado una pasión de adolescente
enre campos tristes volados de palomas alegres.
Y tú, mi guía, recitas a cada paso
encierros voluntarios, sangres derramadas,
novicias violentadas, paredes de secretos, templarios inciertos.
Y tú no sabes, ¿cómo saberlo?, de mis griales.
Que el adolescente que ahora sujeto
para que no te devore en su senectud de viejo,
fue joven encerrado entre las cien mil llaves
de este monasterio.
En secreto anhelo renuncié un buen día a mi Dios
por un embeleso, un resplador,
un fulgor, un imposible, nacido de un sopor, un posibilidad,
de una Diosa como tú.
¡Qué tarde llegaste, por cierto!
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home